Yo no soy esa voz
que se alza fuerte
para que la disciplina
se apertura y se temple
aún en los dispersivos
motivos de alegrarse.
Ni la voz que debate
solitaria,
todos los conocimientos
aprendidos
en años y más años
de torturante práctica.
Soy, más bien, la pregunta
que te hace razonar
y ayuda, algunas veces,
a entregar un concepto
que nació de ti mismo
y de tus intereses.
Soy, más bien, la cosquilla
que en tu interior, anima
a sonreir tu boca
y tu mirada.
Soy esa fuente
que avizora
ese final feliz en el debate.
La misma que te sigue,
paso a paso,
cuando aprender y aprehender
llevan el hilo exacto.
No te enseñé gran cosa
en las ciencias exactas o inexactas
¡no se tanto!
Y cualquier información
puede encontrarse
en libros, publicaciones varias
y otras artes.
Yo sembré en ti una semilla
pequeñita,
casi insignificante:
dudas, preguntas,
deseos,
de buscar la respuesta
en todas partes;
y un respeto
por ti y por los demás;
Ideas de caminar
siempre en la vida
unido al compromiso
de crecer y de darte,
respetando el orgullo y el derecho
que les da a los demás
la misma vía,
de llegar a la meta y liberarse.
Si creces siendo digno,
¡Yo, ya tengo bastante!