Y me voy de esta tierra,
aunque siempre la amara
teniendo siempre frescos
conflictos en el alma,
por escuchar razones
que siempre fueron válidas.
Me voy siguiendo amores,
sin pensar en la dádiva.
Me voy, pidiendo a gritos,
alguna vez pisarla
aunque los años pasen,
aunque me vuelva extraña
a su suelo y costumbres,
a su amor y a su hazaña.
Y me voy, la tristeza
que siempre me acompaña,
hará su propio Credo
sobre nunca olvidarla,
y desde aquí, la ignota
razón para soñarla
cada vez más augusta,
más feliz y más sabia.
Y me voy, calibrando,
lo triste de este viaje
tan largo y permanente,
tan anti todo alcance,
tan anti todo en ciernes,
buscando el mismo abrigo
que hayas tenido siempre.
Y ya me voy, soñando,
porque te sueño siempre,
viéndote siempre grata,
siempre feliz y fuerte
apegada a tus hijos
como madre valiente
que sueña cada aurora
un despertar alegre
donde reine la Paz
y la alegría perenne.
Te digo adiós sintiendo
en corazón y alma,
en espíritu y mente,
¡que te llevo por siempre!