Volver es claudicar,
sin más amarras
que la propia conciencia
agazapada.
Mirando de reojo
cada lápida
con sus letras untadas
por las lágrimas.
Volver a juntar todo
lo que se fue del alma,
exorcizando todo lo que amarra
es converger en eso
que aún llamamos calma,
jugueteando, en las noches,
con el alba y su magia.
Buscar, de alguna forma,
alguna dádiva
que medite la luna
cuando pasa,
creando los designios
que aún nos atan.
Murmurar quedamente,
como un rezo,
el hilo de recuerdos
que nos llama.
Vislumbrar nuestros sueños
con sus nubes
airosas de impulsar
sus nuevas caras,
y oponernos a todo,
cada hora,
con el hilo de luz
que nos faltaba.
Volver a claudicar
es el dilema
que más pesa
en las horas ,
cuando se atan
ese ser y no ser
lo que una vez soñaras.
Y vas tejiendo
tu mantel de auroras
imaginando el curso
que seguirá tu zafra.