Volamos,
a la más cómoda altura,
siempre en busca de los sueños…
Nuestra vía, la de siempre,
la que definimos siempre,
como normal, cotidiana
o conveniente.
Nada ataca nuestro viaje,
ni las ganas de seguirlo
hasta que emane
esa exclusiva propiedad
de los viajes.
Cada ala preparada,
cada cordón atado
a la bravura
de la propia conciencia,
que gustamos,
y pareciera de tantos,
o de muchos,
sin la exclusiva lealtad
de quien dirija
la nueva nave
de descubrir hallazgos.
Volamos, sí, decidimos volar,
solos, tan alto,
que no queden suspiros
en las nieblas
que suelen avivar
nuestros fracasos.
¿Perdimos?, ¿Fracasamos?
Quizá, será otra espera
en la vendimia
de ser lo que quisimos
o que fuera,
con toda la esperanza
de gustarnos…