Dormidos desarraigos,
ya vencidos,
juegan a conjurar
mis desvarios.
Callo, hablo,
me dejo trasplantar
a otros desaguisos
que nunca fueron míos.
Doy asilo al pensar,
y a pesar mío,
voy perdiendo esa nada
que es mi eterno vacío.
Clamo por esos lares,
ignotos, ya perdidos,
y me encuentro
a mi misma,
huyendo de mis sueños:
¡porque ya no son míos!
Frente a mi:
todo el vasto horizonte perdido
clamando mi presencia
llamando mis sentidos
con llamaradas que siempre
escuche en mi delirio.
Voy a mi ruta eterna
perdiendo los sueños
¡que siempre fueron míos!