Tus rumores me llegan
de improviso,
dando alarmas que escucho,
sin querer, sin quererte,
desde mi propio mundo.
Es que mi mundo es sordo
para el rumor que escucho.
Con tanto para darte,
tan poco que recibo.
El recibir es gesto
magnánimo en si mismo,
pero dar es la gloria
que no tiene contigo
la respuesta inmediata,
esa completa unión
de mensaje y respuesta
que he esperado contigo.
Tus rumores me gritan
por distintos caminos
y mis rumores quedan
en mi lago tranquilo,
sin que tu los presientas.
Tan ocupado estás
oyendote a ti mismo,
que tu sordera escapa
a todos mis quejidos.
Y los rumores siguen
cruzando el mismo río…