Volcánicas las luces de la espera
en esta espera terca y domeñada
van, sin retorno a la explosión ligera,
sin que queme tu piel con mi asonada.
Otra vez reconozco el pesimismo
en tu no hacer para medir palabras
y tercamente sigo en mi optimismo,
cubriendo cautelosa mis espaldas.
No se si volverás, aunque sea tarde,
a desprender de mí los sinsabores
porque tu boca calla lo que sienten los labios
acercándose a mi y mis dolores.
Nuevamente tender en mi cintura
las mejores razones que me legas
y nuevamente mi volcán de arenas
suspirara menguando tu agua plena.
Es así como hacemos el amor
pariendo cada día las tormentas
tú te vas y regresas, yo me quedo,
con más dolor que nada en mi respuesta.