Te dí mi paz
sin esperar a cambio
la paz que no tenías.
Te sorprendí con sueños
que, antaño, poseía,
y me encuentro sin sueños
todavía.
Te regale las horas
de un descanso
que, sin saber por qué,
me negara
la propia paz final
que merecía.
Ahora sola y aquí
me pregunto cansina:
¿Es justo regalar lo que posees
negándote la paz
para tí misma?
¿Y qué hay de tí
dadora empedernida?
No eres diosa ni Dios
regalando los dones
que robaste a tí misma?
Amar no es ofrecerte.
Amar es ofrecer
ayuda en los caminos
sin pretender ser tu
la misma que camina.