Tarde
Tarde

Tarde

Tarde, 

como si no quisiera 

llegar a alguna parte, 

llego tarde mi verso. 

Mi libro, entre tus manos, 

haciendo cien piruetas, 

como si tu quisieras 

llenar su anatomía 

con tu propia inconsciencia. 

 

Tu mente se ha marchado 

hacia lejanas tierras 

y, vives, trasegando, 

las palabras que quedan, 

así, sin darte cuenta. 

 

Me miras, sin mirarme 

y por si acaso aciertas, 

dices los veinte nombres 

que inquietan tu presencia. 

 

Ya no me reconoces. 

Como descolocada  

quedó la voz amada 

huyendo tras la prenda 

de un verso que entrecruza 

tu placidez anciana.  

 

Otrora yo soñaba 

tu mirada leyendo. 

Una mano en mi libro 

y esa sonrisa cómplice, 

que persisten en todos 

los que escribimos versos. 

 

Tu, autora de mis días, 

yo, de mis sentimientos 

soslayados de siempre, 

vestidos de silencios. 

 

No entiendes que te leo 

porque ya estás ausente. 

Llegó tarde mi verso 

y no se a quién leerlo.

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