Me llegaron
supuestas amenazas
cuando tus ojos, seguros,
se encontraron
con mis rebeldes ojos
y casi pude ver,
entre tus manos
un ligero temblor
por no tenerme.
Me dí cuenta,
ahora pensativa,
que no sucumbiré
ante la entrega
porque tengo un clamor
que se te niega
desde lo más profundo
de mi misma.
No me duele tu espera
para nada,
puedo sentir que el llanto
se me aleja.
Pero no sucumbir
al desafío
es más por detener las horas
sin otro quehacer,
que deleitarme,
mientras pienso en tu entrega
y en mi entrega.