El llora con la luna
los últimos destellos
de una noche distinta.
Soñó que hora tras hora,
las nubes parturientas
disiparon sus aguas,
cubriendonos la tierra
de nuevas añoranzas.
Sonreía en sus sueños,
vigilaba en su costa,
abrevaba en la angustia
diseminando lágrimas.
Y la tierra de siempre
abriéndose a la zafra
de nubes pequeñitas
que golpeaban, golpeaban,
hendiduras marrones
resecas de nostalgias.
El sueño se hizo alegre,
la piel, como invitada,
se sumergió en las gotas
de un sudor que manaba
de la querencia triste
que le inundaba el alma.
El lloro con la luna,
con la lluvia y sus ganas
un sueño que cobija
las ganas de preñarla,
y mirar en la zafra,
tal vez,
su propia cara.
Es todo alrededor:
campo, lodo,
cerro, ríos,
una luna que se esconde,
y unos pájaros dormidos.
El llora por la tristeza
de siembras entristecidas,
reclinándose marchitas
tras el acoso del sol.
Y va toda la esperanza
donde el requiebro amanece
juntando manos y sueños
donde la certeza vence.
El sueña que es una idea,
con su brillo y su esperanza
conjugando los deseos
de fundirse con la zafra.
Y la mañana que escucha,
cuando amanece, sus ansias,
viene preñada de olores
que la lluvia le regala.