Soñar el despertar,
de cuando en cuando,
con alegrías y sueños
descubiertos.
Adivinar azares
que son nuestros
y prodigar la fe
de los ancestros
con sus tantos remedios,
con sus tantos lamentos,
escondidos de siempre
y siempre descubiertos.
Aprender del ahora
lo que el pasado exijía,
recostar nuestras penas
sobre cualquier herida.
Evidencias lo mucho
que queremos, de prisa,
avisorando mundos
en nuestra fe cautiva.
Divulgar los lamentos
hasta que se marchiten,
en un abrir de alas
para los sueños libres.
Esperar, en la búsqueda
de todos los misterios,
que se suelten las riendas
de nuestro gran deseo.
Y, ser libres de penas,
olvidando lo viejo,
ir sembrando los frutos
de aquel viejo desvelo
que siempre consagrara
esa Patria bonita,
nacer de nuestros sueños,
y evidenciar que somos,
¡lo mismo que seremos!