Sin querer,
me ceñiste
a tus propios deseos.
Sin querer,
te he ceñido
a los deseos míos.
Tus deseos
son cortos de estadía.
Mis deseos
son largos de retornos.
Sin querer
me llenaste
de propias fantasías.
Sin querer
te he guiado
a propias latitudes.
Sin querer,
desdeñamos
la importancia de unirnos
respetando el camino
del otro ser: distinto.
Pudimos converger,
resucitamos;
pero, a la par:
vencidos, nos vencimos.
Sin querer,
sin hablar,
sin conquistarnos:
culpando a los deseos
de haber sido
lo que nunca esperamos
para unirnos…