Se quiere a un hombre o a una mujer
¿casi toda la vida, la mitad de la vida?
pero a un hijo se quiere
desde el principio mismo de los tiempos.
Desde los poros del primer hombre
que sembró en la mujer su propio centro.
Se sueña con quimeras si se ama,
pero criando un hijo
se cobijan con él todos los sueños.
Si le cantas,
se hilvana la canción de los futuros
presintiendo las mismas fantasías.
Y cuando el hijo crece, en su sonrisa
segura de sí mismo y lo que cree,
se desgrana tu empeño de conquistas,
un himno suyo y tuyo
te llena el corazón de desafíos.
Hay un jubilo inmenso
cerrando el eslabón de tu cadena
el tiempo, infinito y eterno,
te mira complacido,
porque sigues en él como una estela.
Ser padre o madre
siempre ha sido el perfecto
pecado de ser uno
sin morir por completo.
Por eso,
amamos más que a nuestra vida
a la vida que dimos
siendo tan imperfectos.