La brisa se fue corriendo
allá por los matorrales
la luna sigue la huella,
declamándole sus ayes.
El río, oye, cantando,
lo que a la luna enternece
mientras la mira en su seno
y, nostálgico, se mece.
La noche que, titilando
pensó, quizás, retrasarse
hace ovillos de unas nubes
que llegan para largarse.
Y un cantor emocionado
intentando enamorarse
agita a todo pulmón
más que canción, su romance.
La brisa se queda quieta
la luna empieza a indagarse,
el río sigue en sus cuencos,
y la noche va a marcharse
dándole adioses al bardo
que le canta a los pesares.