Desde aquí puedo ver
el fulgor de las luces
redimiendo la espera
para la quieta noche
que lucen las riberas
y el canto de los pájaros
anunciando su vuelta
hacia el verdor del bosque
con su tranquila estela
de hojas que, volando,
alcanzarán las tierras
cubiertas por el césped
sembrado en las riberas.
Tienen el claro intento
de apagar las hogueras
que siembra el sol luciendo
su adiós tras las riberas.
Van volando en el viento
alas y hojas todas,
reclamando a las horas
la vespertina en ciernes
que lucen las riberas.
Y la tarde sonríe
a la noche que llega
envuelta entre los giros
sembrados en las riberas,
de las alas que vuelan,
más allá del silencio.