Qué manera de estar sin estar,
de mirarte sin verte,
de partir para quedarte
en la misma añoranza.
Qué manera de zigzaguear el día,
sin mediar en los tintes
la azul policromía
de estos azules pálidos y grises.
Qué manera de sucumbir
ante el oprobio
de sentarme callada, sin protestas,
vertida en los canales de mi enojo.
Qué manera de estar cuidando el día
para que no adelante su partida
porque viene el mañana y el insomnio.
Qué manera, mi Dios:
tu que eres sabio,
no permitas palabras en mis labios
que puedan seducir a mi partida.
Yo sigo aquí, anclada de por vida,
midiendo los despliegues de mi asombro,
mientras gritan en mi, ¡de qué manera!
las ansias de perderme, sin retorno.