Por temor a cantar
le pedí al alba que callara
todas las voces,
desde el ocaso,
hasta mucho más allá
de las brillantes galas
de otra aurora.
Por temor a cantar
le supliqué a las aves
bulliciosas,
un descanso en su búsqueda
de gritos,
algún compás aletargando alas,
en una marcha quieta
y sin consignas.
Un sol como entre tules
que subiera en la ruta
escondiéndose al dorso
del cerro y de las nubes.
Una brisa que pase
sin despertar la música
que pudiera inquietar
el verdor desplegado de las hojas.
Un suspiro opacado
por todos mis temores.
un tono cristalino
impreso entre los cerros,
un tumulto quietísimo
de espiga y mariposas
en silencios.
Una misa que grabe
las palabras más justas
con toda la intención
de los secretos.
Un susurro que venga
desde nuestros recuerdos,
anunciando el retorno
de las horas felices.
¿Por qué?,
pregunta el viento…
Por temor a cantar
a todo lo vivido:
presentimiento, angustia,
metáfora, idealismos,
despedidas que aún duelen,
proyecciones y sueños
amasados de mundo.
Por temor a sentir
que hay otro día claro
que merece la entrega
completa que reclama
y nuestro ser,
mezquino ante la idea,
se repliega en sus búsquedas
con más temor que nada.