Tríptico Azul

En el hondo letargo de la noche junté mi sombra a la tuya, alargando, cada mano sesgada se fue izando y fue un aplauso mudo ante la luz del alba. Callabas tu después yo callo todavía.

Yo te acuso por amarme de esa manera innoble,  incauta y precavida. Innoble porque pretendes que te quiera más a ti de lo que yo misma siento por mi propio pensamiento o mi propia realidad.

Tu no sabes del pensar pausado del vacilante vaivén de las ideas. Tu no sales, no sales  a la audacia que la dormida conciencia no enajena. Tu no sabes soñar y digerir, mientras tanto, la

Como quien tiene un imán para atraer pesares yo te atraje hasta mí. Desde mi espectro no divise las sombras que cobijan el halo de tu ser, me sentí altiva y pensé en otorgarte la

Desde lo más profundo de mi ego, enfrentando tu ego con mi orgullo no consigo hilvanar ningún deseo que me aproxime a ti, libre del flujo de mi hondo pesar y el pesar tuyo.  

Con nuestras almas hurgándose al unísono una corriente alterna, comprometida con el infinito, nos llevaba hacia el limbo. Adentrarnos entonces a nuestro paraíso fue en manos de los ángeles, que sin mirar, sentimos. Anhelantes, sin

¿Cómo pudiste tú, tan quedamente, tan apaciblemente enraizarte en mi ser sin subterfugios?   ¿Cómo he podido yo, tan indulgentemente, dejarte estar en mí, sin más preámbulos que la dulce mirada que me enviabas, el

Amor. No te pido que te quedes, ya es hora de marcharte, afuera, la ciudad, te pide tu pedazo de acertijos.   Vete de mí, conmigo y si acaso el «conmigo» es muy fuerte todavía,

Me llegaron supuestas amenazas cuando tus ojos, seguros, se encontraron  con mis rebeldes ojos y casi pude ver, entre tus manos un ligero temblor por no tenerme. Me dí cuenta, ahora pensativa, que no sucumbiré

Todo fue sumergirme, todo fue desprenderme, todo fue claudicar y encasillarme. Todo fue un querer ya no quererme. Todo fue culpa mía, mi desastre. Todo fue no fundir mis girasoles con otro pleamar que tus

Giré un poco mi rostro y hallé el tuyo frente a las escaleras de mi aula. Tu rostro hermoso, tus ojos verdes, ansiosos, diciéndole a los míos, lo que mis ojos  tan pronto comprendieron. No