Pobre y tropical,
en la faz vespertina
va subiendo al espacio
el humo lento, lento
de la cocina pobre:
leña y carbón urgiendo
en mansedumbre,
mientras tanto, el fogón,
la remembranza atiza
del siempre mágico y pobre
sustento de por vida.
Detrás del patio grande,
bajando la colina,
se mira el cementerio
con sus cruces erguidas
muchas: pequeñas, íntimas,
pocas con grandes lápidas,
urgiendo la historia
de memoriales vidas
donde el pueblo pequeño
oculta las mentiras,
y enaltece las almas
probas y siempre vivas…
Y así como la tarde,
se marcha a la deriva,
el olor del sustento
el hambre nos agita,
corremos, nos sentamos
en las antiguas sillas,
alegramos la tarde,
al son de las sonrisas
y felices comemos
del pan asado
del nuestro cada día…