En tu mente
pintas la tierra,
tu Tierra,
obligándote a recordarla
en pequenos detalles:
en el patio colibríes,
azulejos, cristofués
y arrendajos,
deliberando dadivas
entre las ramas.
En el suelo:
una caja de cartón,
un palo como orqueta
y, a modo de cortez entrada,
una fruta jugosa
haciendo de carnada:
«cuando goloso comas
la fruta que te ofrezco
se quedaran tus alas
sin poder, en mis manos».
Y la paciencia izaba
su poder de carnada.
Tantas veces la vida
te repite el encuentro,
y como un pobre pájaro
te quedas sin tus vuelos.
¡cuánta añoranza entonces
por lo que ya perdimos!
¡cuánta desigualdad en sinrazones!
¡cuánta tierra pintada
con diferentes ocres!
El cuadro, que te aguarda,
te muestra su blancura
fascinante,
donde el pincel
no agobia la estructura
pensando en el diseño.
Olvidas lo lejano,
tu manantial.
A ratos te empecinas
y de tu mano suave
van surgiendo
los marrones que guardas
incólumes de tiempo.
Pintas tu cuadro de antes,
los olores de antes
fluyen de tu retablo,
vuelven a refrescarse,
mientras que los azules
se difunden, se esfuman
y pájaros felices,
libertos, libertarios
le dan vida a tu cuadro
sujeto a tus raices
y a tus viejos presagios.
Es la magia de amar,
amor de lejos.
Serle fiel a la magia
que tenemos
transmitiendo el espíritu
y los sueños…
Que puedo añadir a lo que expresas
con tu fidelidad a «la magia que transmite espíritu y sueños??» Es realmente magia convertida en versos que llenan de gozo al revelar la pintura. Gracias mujer hermosa por pintar con poesía mi paisaje.