Perdoname tu a mi
por no decirte
que solo tengo afán
para la calma,
que mis cabellos
ya se pintan grises,
que no percibo ya
mis cicatrices
sin perderme en el vaho
de mi calma,
que mi cántaro seco,
no contiene
las lágrimas que antes
derramara,
que hay una sequedad
adentro mío
diluyendo el rocío
de las palabras mansas,
que hay resquemores
que se van perdiendo
para luego volcarse como lava
en un sin fin
de desafueros mustios
que entristecen mis horas.
Para nada,
que hay un morir de pronto
en el follaje,
perfumándose ayer
con los aromas
de las flores que di
y que me diste,
que hay un vacío inmenso
donde yacen,
las historias que hago
o que me dicen,
que no puedo tener
vuelos de alondra
en estos días pálidos y grises,
que el rumor de las olas
no me mueve
a cantar en la orilla
otras notas felices,
que no hay amanecer
en mi morada
que no tenga tristezas abrazadas
en cada quieta esquina
de la casa,
que no puedo pensar
en el amor que pasa
dedicandome adioses,
mientras marcha.
Perdoname tu a mi,
por olvidarme
que vivimos a dúo
los desastres
de la ilusión que fue
y ya se acaba.