Parece tiempo de partir,
de almacenarse,
para otra cruda escena.
Reinventar las miradas
y las crujientes botas.
Desaparecer del símbolo
y de las marionetas,
que simpre están dispuestas
a mermar, en la audiencia.
Parece tiempo de partir,
dirigiendo la escena
y soltar groserias
del tamaño de estrellas.
Visitar lo visitado
y ofrecer nueva escena.
Caminar sin caminos,
elogiando la espera
de alguna adivinanza
que adivinada sea.
Trocar las castañuelas
en un din-don silente
abrazando los brazos
para el dormir de siempre.
No tener la esperanza
de tener esperanzas,
ni mendigar el pan
que siempre se te ofrece.
Parece tiempo de partir,
largándose a lo eterno,
que cualquiera se invente:
ese morir de ahora
que morirá por siempre,
y sacar del abrigo
un arsenal de cheques
que de la buena nueva
de alardear nuevamente.