Para quien Orión
siempre fue
un lejano nombre.
Las exequias
solo un modus vivendis.
La exhumación un acto
de libertad sublime.
El mundo, mundo,
solo sobre las cosas
que claman pertenencia.
La pertenencia,
siempre perentoria manera
de seguir en la historia.
El siempre,
siempre demasiado eterno.
La vida un lazo,
un breve lazo,
tratando de amarrarnos
a recuerdos y gestos,
que pronto se disuelven.
Después de ella,
juegan a perpetuarse
las memorias…
que siempre pertenecen.
Para mí…
para quien Orión
siempre fue
un lejano nombre.
Y mi vida, un destino
sin propias consecuencias…