Pasó el miedo
por su mente,
pasó el miedo
por sus ojos.
Pasó el llanto
a la calma,
y de la calma
a los rezos,
y de los rezos
a los sollozos.
Pasó del fuerte latido
a otro latido, sintiendo
como se quebraba
el pecho.
Con una tristeza honda
que se le fue
consumiendo,
entre senderos de angustias
mientras seguía tejiendo,
y cada cuenta en el paño
esa plegaria en silencio.
Esa fue una noche larga,
tan larga como el sendero,
dibujándose en el paño
para el Altar del Sereno.
Y el Sereno la aguardaba
custodiándole los sueños.
Y es que ella,
vieja pobre
no tiene más que ofrecerle
y, entretejiendo su paño
va entretejiendo los rezos,
para que el Señor perdone
las culpas que nunca fueron.