No debería doler,
pero duele,
ese agravio monótono
y sin sentido,
ante la petulancia
del que vence.
Y el vencido,
vuela su vuelo tenue,
sacrificio,
donde otras fronteras
castigan los vicios,
del ayer, del hoy,
desde el principio.
Es inútil volar
con alas frágiles,
y es inútil cercar
el territorio
que alguna vez
fue declarado nuestro.
Las pupilas asoman
como un mágico evento,
todo es calmo en la hora
de vastos sentimientos.
Más allá de la noche,
cicatrizan,
las últimas vertientes…
A caminos sin rumbo,
a trabajo deshecho,
a lágrimas rendidas
y a todos los dolores
que llevamos por dentro…
Todo sabe a tragedia
y a deshora…