Hojuelas blancas, blancas,
colgándose en las ranuras
desnudas de los árboles.
Plegándose a la hierba
como una piel impuesta
por gracias invernales.
Muriéndose en el río
con la nostalgia leve
de caer e inmolarse.
Detenida en cristales
escrutando la vida,
de todos los mortales.
Y con su beso frío,
avanzan, como loca,
en las olas del aire.
Neva, neva en los techos;
neva, neva en el alma;
neva, neva en las calles…