Neva
Neva

Neva

Neva, y en un instante, 

todo se pone blanco: 

los techos, los jardines, 

los árboles, la acera 

y los que van paseando. 

 

Las pequeñas hojuelas 

van cayendo y girando 

sobre el río que marcha 

sin hacer ningún cambio 

en su marcha tranquila 

sobre su lecho largo. 

 

Y las aves, trinando, 

pasan de rama en rama, 

a diferente árbol, 

hasta encontrar reposo 

y dormir, por un rato. 

 

El sauce, con sus trenzas, 

juguetea con el río, 

dando paso a las horas, 

a la nieve y al viento 

que pasan jugueteando. 

 

Y, como si pudiera 

todo pintar de blanco, 

la nieve va mostrando 

su mismo rol de antaño: 

luciendo glamorosa 

y con cuidado, pintando. 

 

El río, que navega 

con sus mismos dictados, 

sigue su ronda libre, 

y ayuda al viento haciendo 

su mejor espectáculo. 

 

Mientras, los cisnes danzan, 

los pajaros, cantando, 

saludan, como siempre, 

a su sol, añorando: 

ese que siempre muestra 

su alegría brillando, 

aunque las nubes dancen 

tratando de eclipsarlo.

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