Este año, igual que el año pasado,
la navidad es fría.
Cae en repetición
una nieve muy fría
que todo lo hace blanco.
Aquí, cada regalo viene
con su propia etiqueta.
Nunca vi tantas tarjetas
en un ir y venir de la compra
a la entrega.
Aquí no se oyen las risas,
los encuentros lejanos
que nos narran a gritos
las quejas o las bromas
que se vienen tramando.
No se oyen las fiestas
aguinaldos, parrandas, gaitas
por las aceras,
cuando unos y otros
parece que te esperan
y, aún sin conocerte,
te dan la bienvenida
con sus puertas abiertas.
Este año, frío, viene
soledad y añoranza
tan lejos de mi tierra
de la explosión ligera,
de las risas traviesas
de la alegría de todos
contagiando la fiesta.
Este blanco tan nítido,
tan centrado, tan bello,
hace lucir las cosas
como vivir un cuento
donde San Nicolás
pudiera valer más
que el nacimiento.
Y se repite en
todas las ventanas
sonriente y pleno,
para el nuevo encuentro.
Yo que tengo deseos
de preservar lo nuestro
prendo mil lucecitas
en un pequeño puesto
para alumbrar al Niño
que ha nacido en su lecho,
María y José lo miran
los pastores se acercan,
mula y buey se preparan
para echarse al acecho
de tres Reyes que vienen
por lejanos senderos
a postrarse ante el Niño
que se sonríe al verlos.
Hago hallacas, con hojas,
que cubren el sabor
a pueblo nuestro.
Oigo gaitas bajito,
me quito el descontento
con dulce de lechoza,
con papelón y clavos,
con sabor a pueblo,
y mientras pienso, sigo
reclamando lo nuestro
en esa desazón
de encuentro y desencuentro.
Pero al llegar mis niños:
las sonrisas, regalos,
los abrazos , los cuentos,
vuelvo a sentirme plena
en este ambiente frío,
tan blanco, que parece
la pagina de un cuento.
Vuelvo a pensar en todo,
le digo adios, de lejos
y me entrego al abrazo
de aquellos que mas quiero.
Es Navidad de almas,
es Navidad de encuentros,
es Navidad mirarles
la sonrisa en los ojos
del te quiero.
¡Ya no importa en qué parte,
si estoy al fín,
con ellos!