Muy a pesar de todo
sigo aquí,
enquistada en mi playa.
Las mismas piedras grises
me acompañan,
ola tras ola el mar
viene a mirarlas
y se marcha
con su música triste
en vespertina.
En intermezzo,
oleadas van y vienen
redimiendo la espuma
que llega y que se larga.
Triste, triste el paraje
en unas alas grises
que me dicen adiós
a cada instante.
Y yo,
muy a pesar de todo,
sigo así, vacilante,
sin emprender el viaje
que libre a mi cuerpo
y a mi espíritu
de este tristísimo afán
del que hago alarde.
Un revuelo incesante
de colores y de olas
me despide
cuando tomo mi paño
sujeto entre las rocas
y le dedico adioses
sin palabras
a las olas y alas de la tarde.
Vivo el vacío nino
que nunca dejará
mi alma en hospedaje
y no le digo adiós
a mis desvelos
ansiosos como están
por no marcharse.