La mezquindad
hace pensar en el otro
con tanto desprecio
que solo podemos
ofrecer la migajas
del pan que no deseamos.
Y el pobre,
sintiendo que recibe las migajas,
se alza y las devuelve
con absoluta dignidad,
enseñando más que aprendiendo
el valor de la dádiva negada.
Pero el mezquino
poco aprende de la libre lección
que se le otorga,
y comete el error, tantas veces,
que se queda sin alma