Me desvisto de altares.
Soy la sombra
que no reconoce
la hechura de tu sombra.
Soy la creencia
que sin creer en tí
ya jura perpetuarse.
La oración siempre muda
desconociendo huellas
de la fe de otros tiempos.
Descreída y creyendo
en lo ignoto del cielo.
Al unísono,
alma y cuerpo clamando
sus letanías sin ecos,
quizá, como buscando
la otrora plusvalía
de tu verbo
en mi verbo.