Más allá de los largo
de la vía que hicimos,
más allá de los frutos
que, alguna vez, tuvimos.
Más allá de la búsqueda
de todos los anhelos
que, sin pensar, seguimos.
Más allá de ganancias,
perdidas ilusiones,
esperanzas continuas
y locos desatinos,
somos, seguimos siendo
¡hacedores insomnes
de tesoros perdidos!
Así, sin percatarnos,
perdimos nuestro tiempo,
a cambio,
sólo debilitamos alma y cuerpo.
Gastamos energías, ganas y pensamiento,
dejando de admirar
el sol que siempre alumbra,
las risas regaladas,
la palabra que anuncia
el cambio de estación,
el toque de las hadas
en cada florecer
después del alba…
El beso de los justos
en la frente cansada,
las lunas compartidas
sin exigirnos nada…
Más allá,
de ese más allá,
que siempre aramos,
perdimos el placer
de hacer lo propio
en nuestro cuento diario
y provinciano.
¡Somos así!
Así crecimos,
cultivando deseos
y ¡olvidando los frutos
que una vez forjamos!