Lucha de voces
Que llenan mi conciencia,
imbricada de cantos y lugares,
marisma altiva
con hedor de peces
y luces tropicales.
Todo está aquí, conmigo,
en mi macuto
de encerrar las estrellas
estivales,
para aplacar el hambre
de siempre recordarme.
Casa vieja, poblada
de fantasmas y miedos,
de aventuras audaces,
de caminos de tierra
persiguiendo festivos
encuentros vecinales.
Casa vieja,
larga extensión
de nuestro propio cuerpo,
donde antes merodeamos
a nuestras propias ansias,
conquistando tu espacio
en el simple segundo
de hacer nuestro, lo nuestro.
Casa vieja,
de helechos
y ensombrecidas tejas,
de puertas y ventanas
con sus molduras viejas
con su piso dolido y desgastado
deliberando ausencias
que le acechan.