Los mayos van y vienen en descargo
de la convalecencia de la vida.
Vivimos, más o menos, entre tanto,
dolidos por amores que se olvidan.
Cada Mayo que pasa hace alarde
del colorido embriagador que arde
en las hojas y flores presumidas,
dando a la luz y al tiempo pinceladas,
de la dulce aquiescencia de unas hadas,
que prueban su poder y se descalzan,
y que con sutil llamado predestinan
el gozoso aleteo de la vida.
Procrear es el músculo que danza,
con todos sus ardores imbuidos,
dando una nueva luz y nuevas pinceladas
a la dulce aquiescencia de unas alas
que prueban su poder desde sus nidos.
Mayo, pródigo en cantos y en susurros,
en quimeras felices y en auroras
que hacen pensar en abundancia plena
cuando el siempre brillar de flores se le entrega
y en cálidos colores ya coronan
la plenitud de amar, en las cosechas.