Los árboles tienen espíritu
lo aprendí en la casa grande
donde lloran las mantras
por las tristes soledades
justo a las seis de la tarde
con el soplido del llanto
y los tantos desencantos.
Una brisa, con susurros
les habla en su lengua madre
y un respirar de palabras
fustiga hojas y alas
a perseverar los ayes
de los tantos sufrimientos
y tantas desigualdades.
Cuando camino despacio,
se empecinan en mostrarte
las arrugas y lamentos
que pone el viento en sus ayes
y un tremolín de hojas secas
bajan para saludarte
con un tilín de reproches
que muere en la tierra madre.
Es por eso que camino
atesorando detalles
de una canción, que la brisa
me canta todas las tardes,
ante el ocaso del día
mirando al sol, ocultarse.