Llegó el verano un día
como quien tiene prisa
de socavar a fondo
los verdores,
y un nacer de estallidos
con la brisa,
hizo fogatas
hasta con las flores:
las esmeradas flores
campesinas
que alegran el camino
a nuestra vista.
Llegó el verano un día,
y todos los colores
fueron a desmayarse
sobre la buena tierra,
resquebrajando arados
y raíces.
Se hizo de tanta sed
mustia la vida
en cosechas y sombras
sorprendidas,
que los frutos, muriendo,
se dolían,
del hambre proclamada
en las manos vacías.
Llegó el verano y todo
quedó estéril, reseco,
ante el ardiente paso
de la siega.