Las cartas que me vinieron,
visionarias en sus manos,
me hablaban a todas luces
de un futuro lisonjero.
Y yo, sin querer mirarlas,
sin respuestas a mis miedos,
me quedé sola, pensando,
si era mejor no saberlo.
Pero lo supe, y lo propio
de haber conocido el texto,
era quitarme de culpas
y navegar mis deseos.
Tras paisajes nunca vistos,
tras historias no contadas,
tras huellas que otros hicieron,
tras sueños, que otros soñaron.
Un futuro que me vino
en una mesa de cartas,
donde se sabrá el futuro
de una bruja con sus cartas.
Y sin trajinar destinos,
en una brecha tan larga,
ya sabía los futuros
en una mano de cartas…