Las antiguas heridas,
las que ya no recuerdo
siquiera, si son mías
o parte de mi segmento
escrito en las orillas
de ese mar impetuoso
al que llamamos vida.
Las antiguas heridas:
equipaje pesado,
de largas estadías.
Inexorables nuncas
que siempre se combinan,
marginando sucesos,
detalles y reclamos,
mentiras y desidias…
en un lago, que siempre
sucumbe en su marisma.
Esas viejas heridas,
aún caben en mi entorno,
cual si fuera yo misma:
predestinando siempres
en el cansino río
de las ondas que avanzan
sugiriendo caprichos,
condenando los nuncas,
reclamando el olvido.
Las antiguas heridas:
esas que no recuerdo
si una vez fueron mías,
se han layado de golpe,
indagando en su huida
algún lazo que fuera
también, ¡hechura mía!