Giraba en el aire
con afán brioso
uno la lanzaba,
otro la atrapaba
porque adivinaba
su vuelo al instante.
Y ahora ¡está rota!
Su cara risueña
se tornó bien triste
y cuando los niños
la vieron herida,
la dejaron quieta,
solitaria y dolida.
Y ¡está tan solita!
Pobre, pobrecita
la pelota rota
ya no tiene niños
que alegren su ronda,
que corran, que brinquen,
que salten en pos
de la pelotica
que se desinfló.