Magistralmente interpretada,
la opereta,
descendieron,
soberbios
los actores.
En la plan mayor
de la evidencia,
se quedo mi pregunta
entre telones.
No quise preguntar
cual fue la fuerza,
el ardid,
la artimaña,
del mediocre
que hizo creer
promesas y jurándos,
y dejo a Juan
con sus dos pies
descalzos.
Esa intrigante política de siempre
con su voz
de barítono potente,
alzo la desnudez
de Juan,
como protesta,
y lo dejos desnudo
y sin palabras…
Y creyó Juan entonces
sigue creyendo ahora,
porque sus venerables canas
se tiñeron:
de verde,
de amarillo,
de blanco,
de matices de rojos,
de esperanzas…
Y caerá el telón
a tiempo,
nuevamente
subirán al estrado
los actores
y con su maña vieja,
nuevamente,
revestirán
a Juan
de su injusticia
¡conocida hace siglos
e ignorada!
Se cubrirán
las manos de promesas
y besaran
otra vez,
sus seculares canas.
Y te pregunto,
entre acto y acto,
o entre tanto,
o mientras pasa un acto y otro acto,
¿si ya conoces
la opereta
Juan,
por qué
no cambias
la trama
y los actores?
Querida prima, esta Opereta se ha convertido en la única música que pueden interpretar los actores y en la única que sabe dirigir su director.
Pareciera que aquí, justo aquí con estas letras haces el retrato de nuestro presente en esta tierra de Gracia… pero no hablemos de política, sino de «cambiar la trama y los actores…» Qué bueno sería, verdad?