Como si la marea
no existiera,
siempre culpas al mar
de mi condena.
Y mi marea sube
a cada instante,
burlándose de mí
y de mis ayes.
Como si los silencios
permitieran pensar
en los pesares,
que me frenan,
yo volaría silente
hacia las nubes,
gozosa de gritar,
a todas luces,
las ansias de vivir
a mi manera.
Y es que la vida tiene
su curso en la materia.
Va y viene como quiere,
exigiendo clemencia.
Sólo para mostrarnos
la risa de quien sabe
que ya viene de vuelta:
de todas las quimeras,
de todos los andares…