La Luz Que Pasa
La Luz Que Pasa

La Luz Que Pasa

La luz que pasa,

va desde los postigos entreabiertos

se sube a los pretiles y huye,

desparramandose

en el medio de la sala.

El piso de cemento

con sus orillas biseladas

al pie de las paredes,

luce sus flores y hojas dibujadas.

Aquí y allá, el diseño es tan limpio

que parece de ahora.

En otras partes muere

cual si fuera de antaño.

 

Cuando comienza

la lluvia de palabras,

saludos y recuerdos,

los meses que han pasado

parecen meses tristes.

La cuota de poesía

guinda de las vertientes

de las enormes vigas

que aseguran el techo.

 

Una voz que no es tuya,

inicia las historias,

los viajes sin retorno,

las fechas sin partidas,

los encuentros fortuitos,

las muchas despedidas,

los instantes felices,

las luchas más sentidas

en el sobrevivir

que ofrece cada día.

 

Los recuerdos se apilan

como fruta en canoa,

y sonrió a su encuentro.

Una noche,

no salieron mis ojos

de las palmeras altas

que bailan incesantes

en el vecino patio,

un baile muy antiguo

que comencé a bailar.

 

Y otra más,

con la lluvia

recogiendo las gotas

de goteras muy débiles.

El tic tac del sonido

me llevaba hasta el mar.

 

Es que la paz que pasa,

como Juan en su conuco,

dejó en estas paredes

el ansia de volar,

regresando a lo cierto,

los pasos y las risas,

la infancia con sus cuentos

de lo nunca acabar.

 

La hora del recuerdo,

medita, se apacigua,

surge de nuevo el credo

urgiendo a la incesante poesía.

El calor se hace dueño

de la mano que escribe,

y la va derramando

en su habitar eterno,

reclamando mis días…

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