Frente al mar,
costa abierta
recibiendo los barcos.
Profundo mar
para el embarcadero,
un revuelo de adioses
en las manos,
un revuelo de risas
en el viento.
Suena el barco
su vuelta
hacia otros destinos,
yo me quedo mirando
el brillo de las aguas.
Los sonidos me legan
la ciudad que he vivido
y me marcho en el eco
de un lejano sonido.
La ciudad que he vivido,
es sólo una memoria
de aquellos tiempos idos:
de cerros y de casas
pequeñitas, subiendo,
de rocas en la arena
con los pies descubiertos,
de olas que se vienen
para tocar sin miedo
las piedras que se rinden,
encubiertas,
a veces, por musgos y cangrejos,
Más allá de las playas
que esconde el vasto cerro,
la ciudad que he vivido
se me repite en sueños.