Hubo Una Vez
Hubo Una Vez

Hubo Una Vez

Hubo una vez 

una estación de tren 

allá, en Santa Teresa. 

 

Una calle colmada 

de bailonas cayenas, 

alegres margaritas, 

mangos jugosos, 

dulces cotoperíes 

y una culebra 

larga y gris, 

toda cubierta 

de metal 

que chirriaba igualito 

en cada ida y vuelta, 

del tren que regresaba. 

 

Y pasos presurosos 

que iban y venían, 

y saludos alegres, 

y fuertes carcajadas, 

tras las libres palabras 

ansiosas de respuestas. 

 

Hubo una vez 

una estación de tren 

allá, en Santa Teresa. 

 

Hoy ya no está, 

pero persiste 

cada vez que la invito 

a pasearse sonora 

por mis viejos retablos, 

recurrentes.

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