Las urnas, ocultas en la tierra,
abren sus bocas negras
y vomitan
los huesos de los muchos,
aún entre sus límites.
El fuego, sagrado o no,
los perfila mucho antes
de concederles
la virtud de volar
y de esparcirse.
Sin embargo,
las ánforas esperan
la nueva donación,
la nueva dádiva,
de sangre y huesos.
Hora de renacer
y redimirse,
tragar el fuego del horizonte,
abrillantando geografías
dispersas o difusas
entendiendo la hora.
Hora de reafirmar
y reafirmarse.
Hora de postergar
las ganas de rendirse.
Hora de las memorias
ya colmadas.
Hora de renacer
y redimirse.