Llegaste pequeño,
llorando asustado,
poco a poco diste
los primeros pasos
en querer a otros
y en tu abecedario.
Tus pies fueron creciendo,
tu mente fue aguardando,
la respuesta oportuna
a tus interrogantes.
Las letras redondas
se fueron enlazando,
las leyes matemáticas
se te fueron mostrando,
junto a remotas civilizaciones
y países y estrellas
de lejanas galaxias.
Y redactaste entonces
tus primeros intentos
de ser muy creativo
en diferentes cuentos,
en tanto que advertías
las formas adverbiales,
los pronombres.
Conjugando los verbos,
resolviendo las raíces cuadradas,
mientras absorbes,
toda la problemática asignada
a las relaciones internacionales
en un juego de guerras
propias y extrañas
y cavilas lo simple
de estar en paz y en calma:
«respetar al hermano
el uso sacrosanto
de su soberanía».
Hoy, llegas al final
de este sendero
y eres casi un señor
en los más altos vuelos.
Listo para buscar otros caminos
que se parezcan
más a ti
y a la forma
en que deseas caminar
y te es propicio:
avanzar y avanzar
tu propia búsqueda.
Llévate el corazón
de tu querida escuela,
donde te toque ir
siempre se el caballero
que logramos divisar
en tus primeros pasos.
No mientas, respeta,
ayuda siempre
a quien lo necesite.
Se bueno con tu prójimo,
se amigo comprensivo
y certero.
Discrimina lo justo
de lo injusto.
Haz que tu mente
indague en la porfía
de dar más a quien más lo necesita.
No le hagas a nadie
lo que no quieras para ti,
ese es el punto
donde siempre se centra
cualquier humana filosofía.
Respeta y exige
que respeten igual
ideas y creencias
que tuvieras
y cuida de tu hermano
que el será
siempre lo más grandioso
de esta tierra
y cuando te gradúes
en cualquier universidad
de nuestra Patria,
siempre piensa
que te haces hombre
pasa servirle
y no para servirte de ella.
Sientete comprometido
al destino de todos.
Porque ese destino
lo compartes tu mismo,
Ahora, ve
recibe tus primeros galardones
llegaste pequeñito
y ya eres un hombre
que Dios guíe tus pasos
y tu alma.