Fue ayer,
yo caminaba
aligerando largas bocanadas
que entraban a mi cuerpo
y que salían.
Alegre la mañana,
alegre el dia
me hablaba de victorias
conquistadas,
sobre grandes desastres
allá, en otras fronteras
lejanas a las mias
y mi cuerpo,
sembrado de recuerdos,
comparaba las sombras
que surgían.
Allá, más allá de mis pasos
una hoja,
pequeñita, amarilla,
miraba al árbol
de donde había caído.
Se alzaba en un volar
de pajarillo
y caía a la hierba
entre suspiros,
tan dolida,
que la alcance solicita
y alzandola,
le pedi al viento
que le diera vida.
El viento me escucho.
Sobre una ola,
pequeñita, de brisa,
desplegando su cuerpo
hasta las ramas,
hasta la copa del árbol
que, arriba,
extendió sus alas
para recibirla.
Cual atento padre,
dio la bienvenida
a la hoja-pájaro
pequeña, amarilla.
Que allá, suspirando,
se quedó dormida.