Estériles silencios en la sombra
me hicieron repensar en la porfía
de esas inquietas horas de mi herida,
con más fervor para la paz
que nada.
Espacios sin espacios para el hambre
al sentirme feliz, sin mis desaires,
se casaron conmigo en la codicia
de echar todos mis dados a la suerte,
de mirarme a los ojos sin malicia,
en el gran arco iris de una vida
redimiéndose a gusto con mi muerte.
Así voraz el tedio, entreteniéndote,
para hablarte de mi y de mis quejas,
se fue tornasolando en las venas
de aquella tarde azul de las cayenas
que voltearon sus faldas para verte.
Yo quedé entristecida, entristeciéndote.
Al saber que recuerdas mis anhelos
y en los estériles silencios tiendo
a apoyar mi silencio en tus silencios.