Huesos,
maniquí deteriorado
que desprendió de carnes
sus costados
para quedar desnudo de matices.
Armazón presumido,
que mantiene
la verdad del andar
que nos sostiene
en el débil equilibrio de los pasos.
Adalid protector
de nuestras viseras,
haciendo de contorno biselado
cuando vamos creciendo
en estatura.
¿Por qué te toca a ti
la parte dura
de vivir tantos siglos
en la Historia?
Si eres el último
en sentir la muerte,
¿por qué inocente
cantas la victoria
de ese vivir eterno
tan sin gloria,
tan a la vista de todos
o de nadie,
tan subrepticiamente
que te toca
esperar que te descubran,
te quiten todo el polvo,
te desmolden,
te descifren,
en toda operación científica
te etiqueten
y te metan
en una caja hermética
de algún frío museo
para exhibirte permanentemente,
mientras muestran
a qué historia,
a qué cuerpo
perteneciste antes,
o qué muerte tuviste
cuando tus miembros vívidos
sembraste?
¡Ay! Novio de la muerte,
¿por qué tu?
¿Si ya casi la muerte
no te toca,
y la vida te toca
para mirarte siempre?